El escritor Ludovico Rodríguez Liaño reflexiona sobre la conexión de los caminos de la prehistoria aprovechando su participación en el trabajo literario ‘Mimbres de Júbilo’

Buscamos encuentros entre la prehistoria y la historia, esos caminos que aún existen en la memoria y que comenzamos a andar. Alguna vez hemos encontrado a esos caminantes que desde el monte Castillo han pasado por Cotario y han llegado al Alto de Hijas, para luego, pasando por Hojas y Las Cercas, se han allegado a Hornos de la Peña, bello comienzo del apetecido peregrinaje.

Saliendo de nuestro valle, ya con el alma encendida, han continuado siguiendo la fuerza del río Tejas, por ese Besaya cargado siempre de historia y vigilado por el Pico del Toro, para encontrarse con los bisontes aun mugientes de Altamira.

Cada rincón es un punto de avance y rencuentro, la prehistoria y la historia como versos hermanados; ya todo parece que ha colmado esa mochila de antiguas creencias para abandonar ese mundo ancestral, pero no, en el camino aún espera la cueva de Chufín, otro misterio por descubrir.

Seguimos esa atracción, esos senderos que nos llaman, buscamos manantiales, y la Fuente del Salín irrumpe con sus manos a aplaudirnos, a darnos fuerzas para seguir. Y, en pleno desfiladero, la cueva
Auria nos dice que continuemos. Bien parece que estamos en la prehistoria y que aquí empieza esa historia que nos hace recordar que es Año Jubilar el que estábamos viviendo.

Sociedad Cantabra de escritores

“Queremos compartir esta experiencia, este motivo alegre, esta vivencia, y por ello se ha publicado un libro, ‘Mimbres de Júbilo’, de la Sociedad Cántabra de Escritores, en el que he colaborado con ilustraciones y un poema, que quiero compartir con mis vecinos”.

De Camino a Liébana

“Antes de mostrar el poema, quiero comentar cual es la razón del mismo. Para mí las piedras tienen vida, la que tuvieron en otros tiempos y aun guardan en las entrañas.

Esas montañas que siempre vemos a nuestro alrededor, o aquellas que rodean al río allí encajonado, o esas que salen buscando el encuentro con la luz del sol, hacen que muchas veces caminemos al borde, en las alturas, para llegar como peregrinos, aun cargando nuestras almas, a ese final del camino”.

El silencio-camino de los sueños perdidos
el aire destino del recuerdo,
la mirada, refugio de los deseos incompletos,
las palabras, esas raíces que germinan
cuando la lejanía se hace montaña
y los ecos suenan a ríos que marchan a entregarse al mar.
El silencio-camino de los sueños que empiezan a andar-
los sueños de los tiempos, maderas sagradas,
peregrinas formas de historias, tesoros de otras memorias
naciendo en cada despertar.

Cimas de castillos imaginarios, almenas al cielo
donde todo se ve y todo se confunde,
rocosos troncos, palabras que se repiten,
oraciones que se guardan en el misterio de fe,
remotos y venideros.
Caminos profundos en ríos claros,
senderos abismales en olvidadas miradas,
el cielo y el río no tienen horizonte,
solo una vertical ventana por donde la madera se esconde.

Aguas claras, eternas creencias,
los peregrinos siguen sus ideas y callan su destino,
el silencio es siempre el mejor amigo
para no perder los recuerdos
y no equivocar los caminos.
Nacen los pequeños regatos,
cristalinas y frescas aguas, blancas memorias
descienden desde los más altos picos
y en pequeñas cuevas manan.

Música de pequeñas cascadas
se va alejando de esta tierra,
quedan gregorianos sones colgados de las montañas
últimos ecos de otros soñadores que aún nos acompañan.
¿Has mirado las cimas y solo has visto rocas?
Vuelve a mirar al cielo,
sentirás los cientos de rostros
contemplando en las noches las estrellas.

Guardianes de lo divino y profano,
pastores de todos los limites creados,
emisarios de otros mundos, otras verdades
que en tus montes quedaron venerados.
No es fácil el destino de las almas peregrinas,
ni del sabio esconder los legados,
algunas veces sentirse humanos es suficiente riqueza
para descubrir los misterios del pasado.


Ludovico Rodriguez Liaño